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viernes, 14 de diciembre de 2007

Boedo

Yo no vengo a hacerme la partida
Pero digo que vengo del Boedo legendario
Julián Centeya


“Mis orígenes están en las cuatro esquinas en cruz de Boedo y Chiclana”

Percibimos como un eco la voz cascada, el fraseo personal, inimitable, mezclado con la calidez de la lunfardía porteña y con la inspiración del poeta que no alardea, sólo enumera lo quimérico de la historia de Boedo.

Desde una geografía humilde, casi campera, de casas bajas y patios con malvones, su gente hizo el camino hacia lo que Boedo significó en el desarrollo cultural de Buenos Aires.

Comienza nombrando como a una amiga a “La Balear”, sociedad de socorros mutuos, fundada a principios de siglo por inmigrantes españoles, cuya arquitectura realza, como telón de fondo, la magia de la cortada San Ignacio que en el cruce con Boedo, prestó su esquina para la arenga y el debate de los políticos de entonces y , también a aquellos predicadores del Ejército de Salvación, que enfundados en grises uniformes, reclamaban con sus himnos, paz y solidaridad.

Allí nomás, cruzando a la acera sudeste estaba el café Biarritz con mesas en la vereda donde una noche confusa mataron a “la Chancha”, apenas un gigoló de arrabal.

El antológico café El Aeroplano, punto de reunión de varios personajes, como Eufemio Pizarro, indultado por Hipólito Irigoyen en el año 1917 del penal de Ushuaia (años después murió asesinado por estas calles), Homero Manzi, Cátulo Castillo perpetuaron su imagen en una milonga.

El café Dante era por aquellos años, como una sucursal de San Lorenzo (1), allí se vivían los después de los partidos, con luces, aplausos y discusiones acaloradas, mientras por la ancha y empedrada calle los tranvías salían chirriando de la estación, para recorrer la piel de Buenos Aires, que crecía sin pausa, acompañada por una galería de escritores, poetas, pintores, escultores, comparables a notables artistas europeos.

Los modestos habitantes del barrio, podían así, leer sorprendidos y maravillados, pagando solo unas monedas, a los librepensadores del mundo, también al talentoso inmigrante judío, que apoyado por la confianza de un editor lleno de sueños, publica “versos de una furcia”, firmado con el seudónimo Clara Beter, generando fantasías, opiniones y hasta cartas de amor.

Desde aquí brotó la chispa que desembocó en la semana trágica, ensangrentando a una Buenos Aires llena de sorpresas.

Acompañaba esa ebullición un nutrido movimiento teatral, por el que pasaba el drama, la comedia, el sainete que llegaba al escenario del Teatro Boedo, enriqueciendo el tiempo libre de los vecinos.

Luego Boedo se fue poblando de peñas y personajes de café, es una “boulevard amplio de aspecto vivido” por el barrio transitan intelectuales, médicos notables, algún malevo, legendarios anarquistas y locos lindos como Francisco Sabelli, al que llamaban “el loco papa”, compañero de militancia de Homero Manzi y protagonista de innumerables anécdotas.

Barrio de inmigrantes nostálgicos, gente luchadora, soñadores, “melenas de novias” y por sobre todo un “lonjeado cielo”.

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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna
Versión para Internet
Publicado en agosto de 1994
*Este artículo se encuentra protegido por las leyes de derecho de autor, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización escrita de sus autores.*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.

La Biblioteca Municipal Miguel Cané




 


Los vecinos de Boedo hemos tenido muchos importantes motivos para enorgullecernos:
poetas, escritores, hombres de genio, teatros, cines,
una Universidad Popular, Peñas Artísticas.
De tantos que ayer fueron, subsiste la Biblioteca Cané, 
en Carlos Calvo 4321.



Muchos de nosotros -los que escribimos esta nota y quienes la leen- estamos habituados a acercarnos a ella, observamos que los concurrentes no son sólo de la barriada boedense. La biblioteca Cané centraliza a lectores que llegan desde la Provincia de Buenos Aires; muchos de ellos se lamentan de no ser vecinos de la ciudad porteña, pues eso les permitiría asociarse a la Biblioteca Circulante, tal es el prestigio que posee.

Aunque haya perdido el esplendor edilicio de otras épocas, nuestra biblioteca nació vigorosa y, su actual vigencia surge de la fuerza de su obra que la constituye en un centro del saber irreemplazable en la ciudad de Buenos Aires. Esto se refleja en las recordadas palabras con que el Intendente Mariano de Vedia y Mitre inauguró su actual emplazamiento el 6 de diciembre de 1935: “Por eso una biblioteca pública es algo más que un instrumento de cultura. Es efectivamente una manifestación de solidaridad, de la cooperación social y, en ese sentido constituye para el estado, llámese Nación, Provincia o Municipalidad, el cumplimiento del deber, y del deber hoy indeclinable” (sic)




Sus orígenes se remontan al 25 de junio de 1926, cuando se ordenó la instalación de Bibliotecas Municipales en los barrios industriales, siendo la primera en establecerse, la que fuera bautizada con el nombre de “Miguel Cané”, en Independencia 3899.


  
 El aumento en la afluencia de público obligó a que la biblioteca se mudara a su actual sede, en la fecha antes señalada. A partir de allí y por algunos años vivió sus mejores momentos; testimonio de ello eran los servicios que prestaba a los lectores en las instalaciones que poseía. En aquella época se puso especial cuidado en lograr que fuera moderna en materia de luz, ventilación y atención para los 600 concurrentes diarios que las estadísticas indicaban (por la ficha que integra cada lector, se sabe que en una jornada excepcional, se registraron 1006).




 Instalaciones

En la planta baja, se encontraba el salón de lectura, donde cada lector disponía de un escritorio con luz local y un accesorio que adecuaba la inclinación del libro; los ruidos del tránsito exterior habían sido reducidos con caminos de goma. También ocupaba dicha planta la primera hemeroteca fundada en Hispanoamérica, que recibía diarios y revistas de todo el mundo, con temas referidos a todas las ramas del saber y del quehacer humanos; estas publicaciones permanecían largo tiempo a disposición del público, coleccionándose luego las más representativas de cada país.


En pocos segundos, el amplio salón de lectura se podía transformar en sala de actos públicos, con características de acuerdo a las circunstancias; tenía un escenario movible que se ampliaba o reducía de acuerdo a las necesidades, donde se ofrecían representaciones teatrales, proyecciones cinematográficas, conciertos musicales y conferencias. La cuarta dependencia allí instalada, era la oficina de informes, que proporcionaba al público, todo tipo de datos sobre servicios públicos del país y del extranjero.


En la planta alta, alejada de todo ruido, funcionaba una sala destinada a investigadores, que podían trabajar en la biblioteca como si fuera propia. Para 1936 se proyectaba una sala exclusiva para las investigaciones de historia nacional, como así también una conforoteca, donde se reunirían todas las conferencias realizadas en el país. En el mismo piso estaba la biblioteca circulante, que contaba en aquel momento, con 5000 volúmenes que se esperaba triplicar en un año; el movimiento de libros rondaba los 35 a 50 por día. La Dirección de Administración de la Biblioteca, junto a la Comisión Nacional de Bibliotecas ocupaban también el piso alto.
Finalmente en el subsuelo funcionaba la biblioteca infantil.




Servicios

Hoy resultan curiosos, aspectos y actividades que realizaba la Biblioteca Cané en aquellos años.

En las vidrieras, a la calle, se exponían las novedades recibidas.


Había una sala de reparaciones, donde se arreglaban y desinfectaban los libros cada vez que habían sido usados.


Personal especializado traducía los títulos de los impresos que llegaban del exterior, pero si algún lector lo solicitaba se realizaba la traducción total del texto.


La Biblioteca aceptaba donaciones por mínimas que fueran, las retiraba del domicilio del donante, quien solo con un llamado telefónico concretaba el trámite.


También aceptaba libros en depósito que eran devueltos en perfecto estado de conservación cuando los reclamaba su dueño, no obstante haber sido utilizados por el público. Este servicio era promocionado por la biblioteca.
 

Todo informe podía reclamarse telefónicamente o por correspondencia, en idioma castellano, alemán, francés, italiano, inglés y portugués. Aún sobre la circulación de medios de transporte de la ciudad.

En 1953, en su cede se fundó la Primera Biblioteca Municipal para ciegos, en la convicción de que las bibliotecas Municipales, debían abarcar a todos los sectores de la población.

Hoy han desaparecido la hemeroteca, la sala de conferencias, la sala de investigadores, los pisos de goma, los dispositivos de comodidad de la sala de lectura; pero la Biblioteca Cané, sigue en pie, manteniendo sus dos condiciones esenciales: una importante colección bibliográfica y la esmerada atención de un personal calificado. Como ya hemos dicho, su fama ha trascendido los límites del ejido capitalino, y, para los porteños es la decana de las bibliotecas municipales, para el barrio de Boedo un orgullo tenerla dentro de sus tesoros culturales.

Nuestra permanente concurrencia al lugar para el desarrollo de nuestra tarea, nos convirtió en testigos circunstanciales del tremendo deterioro que la acción del tiempo produjo en el edificio. La Biblioteca estaba injustamente postergada, sufría carencias severísimas, en lo edilicio y estructural. Venía de un período de olvidos, situación que originó la serie de artículos que sobre ella escribimos, a partir de enero de 1993, solidarizándonos y, recordando a vecinos y autoridades municipales, lo que la “Miguel Cané” había significado en la historia y cultura de nuestra ciudad.

A pesar de los problemas, continuaba viva, nos contaba quien era entonces la Jefa de división a cargo de la Biblioteca, Sra. Roselba Martínez de Mac Lean, como la institución continuaba realizando tareas que iban más allá de la mera lectura.

En 1990 cuando Salas era Director de bibliotecas, y Antonio Requeni, padrino de la Migue Cané, se dictaron conferencias, se celebró por primera vez el “día del poeta”; se participó en el programa radial ”Che Buenos Aires”; se recibieron obras de concursos de cuento y poesía. En 1991, también se recibieron obras para el concurso de poesía organizado por la Dirección de Bibliotecas.

En el 93 funcionó la “Hora del Cuento”, donde niños de tres a diez años participaron dramatizando situaciones emanadas de las lecturas, coordinados por un especialista.

También se desarrolló una serie de conferencias sobre “la nueva forma de generar empleo”, dirigidas a adolescentes y público en general, cuya idea partió de la coyuntura socio-económica, que la Argentina vivía en aquellos días.

En 1992 la Biblioteca recibió un promedio diario de 70 a 80 lectores y se solicitaron unos 10 préstamos domiciliarios.

La atención se extendía a los tres niveles estudiantiles, incluyendo la biblioteca infantil para los más pequeños.

A su población general se agregan los investigadores que trabajan, por ejemplo, en sus tesis doctorales; personas muy ancianas que se vuelcan a la narrativa y viejos profesionales que estudiaron en su ámbito y pasan hoy a visitarla con afecto.

Para quienes la frecuentábamos en búsqueda de obras eruditas y específicas, era común asombrarnos ante los hallazgos. Obras de valor indiscutible, que el personal se preocupaba de poner a nuestra disposición con diligencia y actitud profesional.

De su colección bibliográfica se contaban entonces 45.000 títulos. Por su antigüedad son dignos de destacar, “Della eloquenza italiana” de Giusto Fontanini, editado en 1736; “Saggi di disertazioni accademiche” impreso en 1742.

Por otra parte, colecciones de gran calidad en historia del arte, literatura universal, letras argentinas e historia natural.

El nivel de preparación del personal, en aquellos días negros de su historia, era elevado, desde egresados de la carrera de Bibliotecología, estudiantes de la misma y de otras disciplinas universitarias. Recursos humanos, que a pesar de las dificultades estaba siempre pronto a multiplicar los auxilios para satisfacer las demandas.

Elogiábamos a todos, en aquellos días, sintetizándolos en la Srta. Susana Carp, quien siempre puso su erudición a nuestro servicio.

Afortunadamente, en los años que siguieron, la biblioteca fue rescatada del olvido y, si bien no regresó a sus tiempos gloriosos, ha recuperado al menos los recursos para operar dignamente, con confort. Hoy, los talleres, las representaciones teatrales, conferencias, etc., se ofrecen, sobre una estructura edilicia adecuada y no en medio de las inundaciones, como ocurría. Nos ha tocado ver en los noventa, como había que correr apresuradamente los libros de lugar para que no los sepultara el agua.

Hay que reconocer al lector, al vecino, el reclamo que hizo posible ese cambio.

Un empelado de lujo

Entre 1937 y 1946, formó parte del personal, el escritor Jorge Luis Borges. En ese tiempo escribió: “La biblioteca de Babel”, “La lotería de Babilonia”, “La muerte y la brújula”, “Las ruinas circulares”, “Pierre Menard, autor del Quijote”, “Tiön Uqbar Orbis Tertius”. “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “Ficciones”. De la misma época son: “antología de la poesía argentina” firmado junto a Bioy Casares y Silvina Ocampo y, notas que aparecieron en las revistas “el Hogar” y “Sur”.

En el anecdotario de la Biblioteca Cané, encontramos el escritorio y el tintero, que según los dichos fueron los usados por Borges, para escribir esa obras. Pero además, como se ayudó en los noventa, a un descendiente del Sargento Cabral a componer la biografía de su antepasado. Que en la década del 60 funcionó en el sótano el “Teatro libre del Oeste”; que en 1964, estuvo Sergio de Cecco con sus títeres.

En Mayo de 1990, Carlos Saura visitó el lugar buscando ambientación para filmar el cuento “Del Sur”. Un grupo del Centro parisino George Pompidou, atraído por el antiguo prestigio de la biblioteca. Concurrió a visitarla. Así como especialistas estadounidenses de la obra de Borges.

La biblioteca tiene su cede en Carlos Calvo 4321 (1230) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Tel: 4922-0202



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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna


Versión para Internet del artículo publicado en enero de 1993
*Este artículo se encuentra protegido por las leyes de derecho de autor, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización escrita de sus autores.
*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Fabián Gómez de Anchorena


Con frecuencia, frente a los culebrones de televisión,
nos reímos de las infinitas penurias de sus personajes y criticamos
la exageración del guionista que tanto los hace sufrir.
Fabián de Anchorena es una muestra de cómo la realidad supera a la ficción
y, de cómo la sociedad, venciendo arraigados prejuicios,
puede tomar posiciones de vanguardia frente a la incomprensión familiar.


Corría 1870. Aunque a sus veinte años, Fabián de Anchorena gozaba de todos los honores imaginables, gracias a su simpatía y a la inmensidad de su fortuna, uno podría imaginar que jamás había sido feliz. 
Huérfano de padres desde los dos años, su infancia transcurrió junto a su abuela materna, doña Estanislada Arana y Andonaegui de Anchorena, cuya compañía, seguramente, no había sido un jolgorio, dado que la anciana había visto morir, no sólo a los padres de ese nieto, sino en el término de un año, a sus cinco hijas y al esposo. De manera que el único objetivo de su vida, era la atención del nieto: superficial, mimado y fascinante. Se cuenta que atildado en el vestir, Fabián vivía rodeado por una legión de amigos, compinches de trasnochadas, que eran motivo de los sermones familiares.


Asiduo concurrente al “Alcázar, descubrió entre las figurantas de la compañía lírica, a la que decidió sería la mujer de su vida: “La Gaviotti”, que no era joven, pero, en cambio, bellísima y coqueta. No fue un amor de palco a escenario y el 26 de agosto de 1870, decidieron casarse en la iglesia de La Merced. 
Desde ese instante dejó de ser un tema privado entre dos enamorados para convertirse en la comidilla y un posterior debate de la prensa. 
El cura, se negó a casarlos, la condición de artista de ella, la hacía sospechosa y tras comunicarles la decisión, les dio la espalda y, comenzó a retirarse. Fabián no se amilanó. A voz en cuello y dirigiéndose a Dios, manifestó que tomaba a esa mujer por su esposa, mientras ella lo repetía a su vez con respecto al hombre elegido. El cura Balán, comprendió que el matrimonio había quedado verificado, pero no dió brazo a torcer, informó al Obispo y al Tribunal de Justicia.

Ese mismo día por la fuerza pública y frente a una multitud de curiosos, fue arrancado de los brazos de su esposa y conducido al Departamento de Policía. Hicieron falta cuatro agentes para retirarlo del carruaje en el que fue llevado y, para recluirlo en la celda en la que quedó incomunicado.

El periodismo no abandonó la causa de Fabián. Se debatía desde la legalidad del matrimonio, a la causa por la que se lo mantenía en prisión, la cual en apariencia era una acusación de violencia sobre el cura de La Merced.

Grandes intereses, poderes que movían las piezas de la justicia, llevaron a que una acusación tan lábil, marchara muy lentamente. Recién en noviembre, la Cámara en lo Civil fijo fecha para la audiencia pública. Unos meses antes, el tribunal había recibido una petición con 15.090 firmas, reclamando la excarcelación del “reo”. Buenos Aires hacía suya la causa de los enamorados y, haciéndolo defendía la dignidad, la autonomía y la justicia tan ajenas a los tejemanejes de la influyente abuela.

La audiencia fue multitudinaria, no faltó un estudiante de derecho, un abogado. Había plena conciencia de que allí se enfrentaban la tradición de la aristocracia de convenir matrimonios entre los ilustres apellidos y un joven que defendía la causa del amor.

El tribunal fue presidido por Basilio Salas; integrado por Eduardo Carranza, Ángel Navarro, Enrique Martínez y Juan J. Alsina. La defensa la llevó Carlos D´Amico, que brillaba entre la intelectualidad porteña. El abogado de la contraparte, José Roque Pérez. El tribunal se expidió de manera por demás ambigua, a fines de noviembre: Fabián continuaría en prisión. 
Mientras tanto su abuela no veía la forma de hacer anular “semejante matrimonio”. Encontró un medio, que a ella, no le pareció deshonesto, valerse de sus contactos en la Cancillería, para obtener de manera confidencial, información sobre La Gaviotti. Usaron al cónsul argentino en Génova. Transcurridos unos meses la reservada investigación fue puesta en conocimiento público.

La cantante procedía de una humilde familia de Alejandría. Josefina, la esposa de Fabián, era bígama. A los 16 años había contraído enlace con un carpintero. Toda la familia se había trasladado a Turín, donde el padre pasó a desempeñarse como portero del teatro Vittorio Emanuelle, mientras las hijas aprendían canto. Josefina, al poco tiempo huyó, abandonando a su esposo y a sus padres, a los que cambió por un ujier de Florencia con el que tuvo dos hijos. Finalmente había dejado, también esa nueva casa, para incorporarse a compañías teatrales, que terminaron en el casamiento con Fabián.

El cónsul argentino, había hablado con el padre de la artista, quien el contó emocionado, que había recibido una carta de su hija en la que ésta le contaba que había hecho gran fortuna y que pronto iría a buscarlo para que no tuviera que ocuparse más de menesteres tan humildes.

El diario “La nación” no terminaba de preguntarse si el Estado podía intervenir en asuntos tan privados. La cuestión es que el joven Anchorena recuperó su libertad. Vivió algún tiempo con su esposa en una residencia en San Fernando, antes de embarcarse ara Europa. Una vez que en Italia, pudo comprobar que el mal habido informe de su abuela era cierto, abandonó a la cantante y se afincó en París, dispuesto a olvidar con el consuelo de su inmensa fortuna.

Supo rodearse de la flor y nata: intelectuales, diplomáticos, mujeres hermosas, placeres. Así trabó amistad con el Príncipe Alfonso de Borbón. Decidió mudarse a Madrid, y cuando el príncipe se convirtió en rey, continuó siendo su amigo directo. Vivió en el lujo en medio de la aristocracia de sangre. Alfonso XII, agregó a su nombre republicano, el título de “Conde del Castaño” y le ofreció la gobernación de Filipinas, cargo que él declinó.

Ya divorciado y recuperado de “La Gaviotti”, se casó con la hija de los Marqueses de Peñaflor, Grandes de España.

Cuando un día, decidió venir a visitar a sus viejos amigos porteños, dejó a nuestra “provinciana sociedad”, anonadada. Aquí se quedaron murmurando con asombro, mientras él regresaba a sus yates, a sus palacios, a sus fiestas. Pero, María Luisa, su esposa, falleció. Había llegado el comienzo del fin de Fabián. Su fortuna había desaparecido, él, deprimido por la reciente pérdida, sólo atinó a volver a su país.

Pero no se dirigió a nadie para solicitar una ayuda, que los viejos amigos le habrían dado. Aceptó el cambio de su suerte, se instaló en Pirán, en un rincón de una estancia que había sido de su padre. Allí vivió retirado del mundo. El espíritu de ermitaño se le había hecho carne y, la menor posibilidad de relación con algún puestero, lo hizo huir.

En 1918, en Icano, una pequeña localidad de Santiago del Estero, la policía recogió en un rancho el cadáver de un linyera. Al registrar sus andrajos, por los papeles amarillentos que llevaba, pudieron identificarlo. Se trataba de Fabián Gómez de Anchorena, Conde del Castaño


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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna
Versión para Internet del artículo publicado en setiembre de 1994
*Este artículo se encuentra protegido por las leyes de derecho de autor, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización escrita de sus autores.*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.

Mariquita Sánchez de Thompson

A los 18 años rompió el molde de la patria potestad.
No le importó ser el molde de un Buenos Aires pacato.
Con la fuerza de su personalidad logró vivir fiel a los dictados de su corazón.



Mientras la amita, ayudada por sus negras, preparaba los zumos para el licor de mandarinas, las niñas charlaban en la sala.

Criticaban por lo alto, se susurraban al oído, se ruborizaban con risitas sonsas; es que no se hablaba de otra cosa en aquellos días de julio de 1805: Mariquita se casaba por fin con su primo Martín Thompson.

En la monótona vida provinciana del virreinato, el caso de María de los Santos Sánchez de Velasco y Trillo, había dado que hablar durante cuatro años. Una vez resuelto, era el escándalo de los padres, que veían amenazada su hasta ahora indiscutible autoridad, los “Jesusmaría” de las obsecuentes madres y la envidia de las niñas convencionales.
Mariquita osó con el “juicio de disenso” enfrentar a la sociedad de su época; cuestionó el concepto social del amor, demostrando ser lo que siempre sería; una mujer valiente, de pensamiento independiente, que se adelantó más de una centuria a sus contemporáneas.

Bella, joven y rica heredera, hija única de un influyente matrimonio que había aguardado quince angustiosos años para ser padres.

Él también hijo único, desde la niñez quedó envuelto en la leyenda a raíz de su trágica historia personal. Muerto su padre cuando él tenía apenas diez años, su madre había tomado la decisión de recluirse en un convento de clausura. Quedó, así, huérfano de padre y madre, bajo la tutela de su padrino que lo inscribió en la “Escuela de guardiamarinas de Ferrol. Cuando en 1801 volvió de su viaje de estudios, se encontró con esa mujercita de catorce años, pequeña, pero de espíritu enérgico que reconoció en ese “Lord Byron criollo” al príncipe de sus sueños.

Don Cecilio Sánchez de Velasco y doña Magdalena Trillo se opusieron terminantemente a esos amores, “caprichos juveniles” decía el padre, que ya había elegido el futuro para su hija. Muy encandilado estaría don Cecilio con los blasones de don Diego de Arco, familiar de los marqueses del Arco Hermoso, para entregarle su hija, cuando su fama de jugador y mujeriego era tal, que su propio padre lo había desterrado a Buenos Aires.

Mariquita, que con razones se oponía, no era atendida en sus reclamos. Su resolución fue asombrosa, el mismo día de la fiesta de su compromiso oficial, reclamó al virrey Sobremonte un representante ante el cual declaró que se la casaba a la fuerza. La ceremonia se suspendió por orden del virrey.

Todo Buenos Aires sabía de las penurias amorosas de estos jóvenes que no cejaban en su empeño y, seguían frecuentándose. Las influencias se movieron: Martín fue enviado a Montevideo y ella pasó largos días en la casa de Ejercicios Espirituales.

En 1804 la pareja inicia el juicio de disenso. Para ese entonces su padre había muerto, pero su madre seguía intransigente. Mediante ese juicio se pretendía apelar a la máxima autoridad, para concretar la unión, prescindiendo de la autorización materna.

El proceso fue tan ruidoso que llegó a España, inspirando a Moratín para escribir “El sí de las niñas”.

Doña Magdalena Trillo argumentaba que no quería ese yerno, porque a causa de su formación militar carecía de conocimientos para administrar sus comercios.

El tribunal falló a favor de los novios, quienes se casaron a fines de julio de 1805. Con el tiempo se comprobó que la madre de la novia no se equivocaba, la fortuna de su hija mermó considerablemente.

Los años fueron transcurriendo placidamente, el halo de romanticismo de su valeroso amor, los tornó a la vida pública, en la que luego de los sucesos de Mayo de 1810, los unió aún más el compartir los ideales revolucionarios.



El 16 de enero de 1816 sería el último día que compartirían. Martín partía en misión secreta a los estados unidos, para conseguir el apoyo del presidente Madison, los contratiempos que vivió en su destino lo precipitaron a la locura. En 1819, regresando a Buenos Aires, murió en altamar.

La viuda de 30 años, en 1820, se casó con Washington de Mendeville, un noble francés que sería cónsul de su país en el Río de la Plata. Su vida con él fue desdichada, hasta que su esposo en 1835 partió hacia Ecuador, para cumplir función diplomática.

Mendeville y Mariquita no volvieron a verse, aunque mantuvieron correspondencia hasta 1863, año en que él murió.

Ella le escribió a Juan Bautista Alberdi, al abrirse la sucesión: “He hecho con mi marido acciones más que heroicas. Dos veces ha estado su consulado en el suelo; yo lo he levantado mil veces, su locura hubiéramos estado en el fango y mi prudencia y paciencia lo tapaba todo. No le he dado un disgusto, mi fortuna a manos llenas. Conocí a este hombre el más infeliz, había venido por un desafío desgraciado y confiado en tomar servicio aquí. Pero las circunstancias lo aterraron y se vio reducido a dar lecciones de música. Yo no tenía más voluntad que sus caprichos”.

Mariquita, tan visionaria, tan preclara, tuvo una vida amorosa signada por las equivocaciones y la desdicha. Aunque se quejara con amargura, seguramente vivió convencida de haber actuado bien, de haber obedecido las órdenes de su corazón, único tirano que podía tolerar.

Por algo, ya en su ancianidad, escribió a su hija Florencia: “mujer que tiene pasiones tiene mérito y, sea en la clase que sea, tiene corazón y es lo que aprecio”.
 



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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

Versión para internet del artículo publicado en Julio de 1993
*Este artículo se encuentra protegido por las leyes de derecho de autor, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización escrita de sus autores.*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Cuando Boedo perdió tres plazas




“En cierto momento Boedo estuvo a punto de recibir
los dones del amor que el Intendente Noel tuvo por su ciudad.
El proyecto de un “Buenos Aires verde”
quedó archivado entre siete planos.



Los que habitamos Boedo sabemos que carecemos de plazas, salvo la que algunos vecinos formaron con tenacidad en Independencia y Muñiz, en el predio que ocupara la vieja escuela F. Ameghino. Excepto ese trocito encajonado entre edificios, cuando queremos pisar césped o que nuestros hijos jueguen, debemos trasladarlos a Parque de los Patricios, Parque Chacabuco o Parque Centenario. Estamos resignados, como si fuera una maldición fundacional que le negó pulmones a este retazo tan sobresaliente de la Capital.
Sin embargo, alguna vez alguien pensó en darnos parques y anchas arterias de paseo, Fue en 1924, durante la intendencia de Carlos Noel, época en que se formó la Comisión de Estética Edilicia, movida por lo que hoy denominaríamos: "una preocupación ecológica".

Este intendente, llamó al país al urbanista y paisajista francés J. C. N. Forestier quien estudió la Ciudad, el clima, plantaciones, zonas libres y costumbres, proyectando reformas para distintos parques de Buenos Aires, como así la creación de nuevas plazas, coincidiendo con las anteriores propuestas de la Comisión de Estética Edilicia.
Una diferencia de criterios consistió en que esta última privilegió la idea de dotar de nuevos espacios verdes a la ciudad por sobre los ya existentes. Ella había respondido al llamado de distintas Asociaciones de Fomento, encontrando justificadas las demandas vecinales para crearlos asegurándole a la ciudad las necesarias condiciones higiénicas y de esparcimiento.

Para cumplimentar el proyecto debían expropiarse en la capital 924 hectáreas: así, de tener un 6% de espacios verdes se hubiese pasado a un 13%, guarismo aceptable al compararlo con los porcentajes de Viena (25%), Londres (20%) y París (12%). El urbanista francés estimaba que había que estirarse como mínimo a un 14%, ya que se calculaba en aquel entonces que a cada habitante le era necesario 7 m2. de espacios libres.

Las consideraciones que al respecto hizo la Comisión, al leerlas en el decurso del tiempo, tienen un velo de "comicidad": Buenos Aires superó cualquier estimación. Se avenían a ese 14% considerándolo más que suficiente ya que:
I- A causa de un proyecto según el cual se establecía la altura y volumen de la edificación así como la proporción de patios interiores, se evitaría en el futuro la densidad excesiva de edificación "que tanto perjudica la salubridad de las grandes urbes modernas, conjurando el peligro de la inevitable congestión". Los funcionarios no pudieron anticipar grandes moles con departamentos de 30 m2., sin patio y con ínfima ventilación.
II- "Entendemos que la condición particular de ser nuestra Capital una ciudad portuaria que goza del inmenso beneficio de la vecindad del Estuario del Río de la Plata, viene a determinar sus ventajas sobre las grandes metrópolis mediterráneas antes citadas". Tampoco previeron que el río dejaría de bañar gran parte de la ciudad de Buenos Aires.
IlI- "Buenos Aires en su zona de extensión no tiene la densidad de población que acusan aquellas mismas capitales europeas"... "Nunca podrá llegar a una congestión que exija aquella proporción de espacios libres". Hoy es la quinta ciudad del mundo.
IV- Se recomendaba la adquisición de la mayor cantidad de "Reservas de terreno", para asegurar el futuro desenvolvimiento de la Capital.


Consideraban que la tierra iría valorizándose, imposibilitando así su compra futura. Tomaban como ejemplo la zona del bañado de Flores en el que se haría un parque-bosque de 660 hectáreas, de las que debían comprarse 330, las cuales en ese momento se conseguían a precio ínfimo ya que en su mayor parte eran inundables. Pero que en pocos años las obras de del Riachuelo harían desaparecer las inundaciones. esas tierras que serían Ocupadas por fábricas nuevas o desalojadas de las zonas centrales adquirirían gran valor. En aquél momento se privilegió la compra de terrenos para oxigenar la ciudad con muchos "pulmones", y no para edificar.
Pero la cuestión no terminaba en las plazas y jardines. Dado que Buenos Aires había nacido con el molde de las ciudades españolas, tenia como centro la Plaza mayor (Plaza de Mayo), pero a medida que la ciudad se desarrolló los nuevos núcleos urbanos se alejaron y diferenciaron del antiguo centro neurálgico. Por eso se proponía la construcción de grandes arterias diagonales, que abriéndose en forma de abanico hacia la periferia, unieran plazas, edificios públicos, centros comerciales, acelerando la comunicación; pero que principalmente, por su trazado y recorrido irregular, pondrían una nota de pintoresquismo ya que serían avenidas-paseos de mayor anchura, arboladas, con un arreglo particular que las convertiría en verdaderos centros de esparcimiento.
EL PROYECTO EN BOEDO 
Ahora bien, en conocimiento de esta propuesta de reforma veamos en el plano, como hubiera quedado modificado nuestro barrio:


1- Un hermoso parque de 4 manzanas entre Humberto Primo, Virrey Liniers, Cochabamba 24 de Noviembre, llenaría nuestra atmósfera de oxígeno.Sabemos que eran tierras a expropiar. Esos terrenos estaban a unos 100 m. de los Talleres Vasena, hoy Plaza Martín Fierro. 
2- Una diagonal-jardín, de 500 mts., prolongación de Oruro, nos llevaría desde Carlos Calvo y Rioja hasta Independencia y Boedo, donde hay otra plaza. Observando el pie del plano vemos una avenida arbolada sobre Jujuy que viene de Plaza Once, se dirige por Chiclana hasta Garay y Deán Funes; luego, por la calle Oruro y su prolongación llega hasta Independencia y Boedo, conformando un circuito de avenidas-paseos.
3- Una plaza pequeña queda delimitada por EEUU., Maza, Independencia y Boedo. En honor a la verdad, debemos reconocer que aunque se repite una y otra vez en los planos, no hallamos definida su situación en las nóminas de las obras a realizar.
4- Tan cerca nuestro, que apenas despega del mapa actual de Boedo, otro magnífico parque: Asamblea, Av. La Plata, Tejedor y Doblas (aunque la previsión del proyecto la llevaba hasta Viel, también en terrenos a expropiar). Quedaba enmarcada por 2 bellas diagonales.
5- Una, de Asamblea, Av. La Plata y Directorio. Obsérvese que tenía su origen en Asamblea, lo que tornaba fluída la comunicación entre Caballito y Parque Chacabuco. En su prolongación con la siguiente diagonal establecían una conexión forestada entre Parque Chacabuco y Parque de los Patricios.
6- Otra, que atravesaba el corazón de nuestro barrio, desde San Juan y Av. La Plata hasta Liniers y Caseros, desembocando en el Parque de los Patricios, acortando las distancias entre las zonas SUR-ESTE y NOR-OESTE de la Ciudad. Esta tendría una longitud de 1850 mts.
7- Por último una pequeña diagonal de 150 mts. desde Loria y Brasil a Chiclana y Liniers, que tenía por función unir Chiclana con Brasil
Debe destacarse el valor estratégico de esta pequeña modificación.
Estos proyectos compartidos entre la Comisión de Estética Edilicia y el arquitecto Forestier se basaban esencialmente en el mejoramiento de la habitabilidad de la urbe porteña. Un ejemplo claro de esta intención era que se consideraba necesario una distancia de no más de 250 m. (o sea 5 minutos de caminata de un anciano con niños) entre un jardín de juegos y otro; igualmente una separación no mayor de 500 m. (10 minutos de caminata) entre plazas.
La realidad nos mostró que este proyecto no germinó, y Boedo se quedó solamente con el verde de las copas de los árboles


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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

Publicado en septiembre de 1994

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* Este artículo se encuentra protegido por las leyes de derecho de autor, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización escrita de sus autores.*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.

martes, 4 de diciembre de 2007

Las Naciones negras en Buenos Aires

Ellos, triste carga mercante, tienen el mérito de haber creado la primera república latinoamericana.
Modelo de vehemencia para los pueblos de hoy
que ambicionen metas semejantes.




Cuando soplaba el viento norte la ciudad entera oía los lamentos de los hombres negros que habían sido depositados con otras mercancías en las barrancas del retiro. Gemían porque sus duelos eran absolutos. Sin embargo el esclavo no se agotó en el llanto ni en el efecto narcotizante del “stramonium” que fumaba.

Lo mantuvo atentos la esperanza de recuperar su dignidad.


Los negros haitianos con sangre e ideas de la Revolución Francesa, fraguaron la primera república de nuestro continente. Otros compañeros de infortunio organizaron en el noreste brasileño el Estado de Palmares, que sostuvieron durante más de cien años resistiendo heroicamente a paulistas y holandeses; fue la rebelión de esclavos de mayor duración que conoció la historia. El cine se encargó de difundir las actitudes de los habitantes de Numancia y Massada frente a los romanos, pero los americanos ignoramos que los esclavos cubanos burlaban a sus amos suicidándose en masa.


En el Río de la Plata la resistencia no fue cruenta, se asociaron manteniendo las tradiciones africanas tanto como les fue posible… hasta que las ideas y venidas del ritmo negro – por esas extrañas bromas de la vida- parió al tango blanco.


Oleo: Pedro Fígari

Se calcula que alrededor de 2.400.000 esclavos ingresaron en la América española. Para Brasil se comprueban unos 4.000.000. ¿Por qué si en los primeros momentos de la colonización la Corona española prohibió la entrada a todo aquel que no fuera de viejo linaje cristiano, fomentó luego este tráfico? Las causas estructurales e ideológicas, sumadas, se resumen así: comprendió que se necesitaba mucha más mano de obra para las tareas de la nueva economía que la que los indios podían brindar.

Para mejor sustento de esta determinación, a las demandas de cabildos y personajes, se sumaron las apreciaciones de los religiosos jerónimos y de Fray Bartolomé de las Casas, que apoyaron la aberración de la esclavitud negra con el fin de defender la situación del indígena.

A este último sacerdote, según sus declaraciones, no le alcanzaría la vida para arrepentirse.

La Corona firmó para Buenos Aires dos “asientos” (contratos); uno, en 1708, con la Compañía Francesa de Guinea, que tuvo sus barracas en el Parque Lezama; y el otro, en 1713, con la Compañía Inglesa del Mar del Sud, cuyas barracas estaban en Retiro.

Es estos depósitos, obviamente, los hombres negros, se acumulaban junto a las demás mercancías.

En cada región de América el esclavo tuvo un desempeño y consideración diferentes. En el Río de la Plata, se lo destinó a las tareas rurales, oficios, artesanías, tareas domésticas y, el trato en general fue bueno.

Cuando la severidad del amo sobrepasaba los límites, el esclavo pedía podía pedir carta de venta y cambiaba de dueño, así como compraba su libertad. En Buenos Aires el hombre negro gozó del ocio; gracias a sus ocupaciones podía realizar trabajos particulares, entregando al amo sus ganancias, y en cuotas, conseguir su emancipación.

Pero ellos no solo fueron escoberos, panaderos, hormigueros, amas de leche y lavanderas; también desde las primeras luchas de la independencia, estuvieron en el frente. Cuando el general San Martín, preparaba su ejército, pocos eran los porteños que se enrolaban, de modo que se dispuso que cada propietario debía vender uno de cada tres esclavos para las milicias. Así, regaron con su sangre esclavizada las tierras de sus amos, luchando por la libertad ajena. Y lo hicieron con valentía… Cuatrocientos de ellos cayeron, tan solo, en Chacabuco.

De la desaparición del hombre negro en Buenos Aires es fácil percatarse. La anterior fue una de las causas. Los cuadros demográficos muestran mermas sugestivas.


Padrón de 1836 – Población negra 24%
Padrón de 1858 – Población negra 20%
Padrón de 1868 – Población negra 9%
Padrón de 1887 – Población negra 1,8%


Otras causas:
a) La actividad ganadera, donde pocos hombres se hacen cargo de cientos de animales, hizo innecesario continuar la importación.

b) Con el enrolamiento de los hombres negros se produjo un desequilibrio entre los sexos que condujo al mestizaje y posterior blanqueamiento.
c) Las epidemias de viruela y de fiebre amarilla, hicieron estragos entre ellos.


Su grito de libertad en estas tierras fue el sostenimiento de los patrones culturales africanos. Lo conseguían a través de las asociaciones mutualistas, en las que se agrupaban de acuerdo a su región de origen. Calcados de las sociedades secretas del África Occidental, los primeros grupos se constituyeron de hecho; rápidamente cobraron una estructuración compleja con estatutos, libros de contabilidad y un orden jerárquico. La finalidad primordial era la de recaudar fondos para comprar la libertad de sus hermanos de raza, asistir enfermos, comprar terrenos para edificar las sedes. Estos predios estuvieron ubicados en el barrio de Monserrat, de la Avenida Bernardo de Irigoyen al Oeste. 



Oleo: Pedro Fígari


Al lugar se lo conocía como el Barrio del tambor, dado que era el instrumento preferido para sus bailes, o también Barrio del Mondongo. Respecto de esta última denominación, existe una controversia de si deriva del alimento homónimo que los negros consumían a causa de su pobreza, e iban a buscar a los cercanos mataderos; o si el apelativo “mondongo”, se formó a partir de una región congolesa “Dongo” , sumado al prefijo santú “mu” , de lo que resulta “mudongo”.

Estas asociaciones eran conocidas como “naciones” o “candombes”, entre los más conocidos estaba el de “Grigera”, que funcionó en México 1265 entre 1823 y 1901. La nación “Cabunda”, en la calle Chile entre Santiago del Estero y Salta, fundada en 1823, subsistió hasta bien entrado el siglo XX. La “Benguela”, funcionó en México 1272. La nación “Congo Augunga” estuvo en la calle Santiago del Estero, casi San Juan.

Estas asociaciones desaparecieron por efecto de la transculturación, las generaciones jóvenes, ya no deseaban conservar las tradiciones, sino sumarse a los patrones culturales occidentales que gozaban de prestigio “civilizado”.

Murió la tradición africana y murió el hombre negro entre nosotros, a punto tal que los diarios de 1880 en adelante, hacen noticia de esos seres que desapareciendo se convertían en personajes: Cayetano Pelliza, Matías Rosas, Mariana Artigas, Benedicto… ébanos de dolor en papel prensa.


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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna
Versión para Internet del artículo publicado en septiembre de 1993
Este artículo se encuentra protegido por las leyes de derecho de autor, se prohíbe su reproducción total o parcial sin la autorización escrita de sus autores.
*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.